Iba a ser el mejor verano de mi vida; tenía una scooter y casi tres meses por delante antes de ir a la universidad. Era una oportunidad ideal para disfrutar al máximo y redescubrir el lugar habitual de las vacaciones familiares.
La llamada del amor, la emoción de las nuevas experiencias, el anhelo de lo prohibido y una serie de arriesgadas decisiones me distanciaron del supuesto camino de la ingenuidad, en un periodo estival que prometía diversión y un descanso bien merecido.
Al final, nada fue como esperaba. Todo se torció de forma irremediable hacia un oscuro abismo. Era el momento de crecer y aprender, pero la lección principal consistía en que mi amiga Ángela estaba mucho más loca de lo que yo pensaba.