A pesar de avisos como Escuela de Mandarines de Miguel Espinosa y Las ilusiones perdidas de Balzac, parecía que uno estaba a punto de caer en la tentación de hacer una genuflexión ante los nuevos ídolos de la ciudad (y todos sabemos cuáles son) cuando llega Filosofía en Benidorm –novela negra, humorística, iconoclasta, implacable, escrita con ligereza y trazo firme, rápida porque no hay tiempo que perder– para hacernos reír, para hacer que nos tiremos de los pelos, para hacer que nos rasguemos las vestiduras, para maldecir a su autor, para solicitar la búsqueda y captura de Calicles, para huir y guardar silencio, para descubrir el cadáver que se oculta en la obra, para hacer cualquier cosa menos arrodillarse e idolatrar.