El vértigo vivía en tus ojos,
en el balcón de tu pecho.
Blanco lienzo de luna rosada
donde pintar la noche.
Hoy no tenemos ya nada,
y sin embargo somos un todo.
La noche moría en llamas y sudor
y amanecía el mundo en tus ojos.
Hoy estás ausente y eres deseo.
Percibo un resto de tu luz
cuando aprieto fuerte los ojos
y casi muerdo tu olor.